Las
turbulencias, cuando se viaja en avión, producen un apretón en la garganta
efecto de la subida de ciertos atributos masculinos. Pero las turbulencias en
el Gobierno de Marianico no tienen más efecto que el de una diminuta gotita al
caer en una balsa de aceite. Al menos así lo ha demostrado don Mariano. ¿Qué
dimite un ministro? Pues me voy de viaje “oficial” y me ahorro de grabar el
vídeo para el plasma. Para eso tengo a mi ratita feliz que cobra todos los
meses, para que le pongan la cara colorada, es lo que ha pensado Marianico.
No
se puede ser más desvergonzado ni más cínico. Ni más calzonazos el Sr.
Gallardón: ha esperado hasta que el Jefe está fuera de España para la puesta de
largo de la dimisión. Una dimisión que traerá cola, ya veremos más adelante.
Con la puesta en escena del “cese voluntario”, se ahorra don Mariano de dar la
cara, como siempre. Y es que este sujeto no da la cara ni en el espejo de su
casa. Cínico, zigzageante, mentiroso profesional, poniendo la marcha atrás
continuamente, doblegando su voluntad a los intereses de los poderosos… Siempre
sale por peteneras (ya quisiera él conocer el palo flamenco porque sería señal
de tener cultura) cuando alguien le sorprende micrófono en mano. Es don
Mariano, en toda su extensión y entorno, un gallego a la antigua usanza: ¡si
hay que bajar se baja… o se sube, depende!.
Pero
vayamos a la dimisión del chico de cejas anchas, gafas generosas, pelo
engominado y pinta de progre (¡solo la pinta porque el muchacho tiene raigones!).
Por ahí hay quien ha dicho que es el final de su carrera política. La verdad es
que sospechamos que algún as se habrá guardado en la manga, como buen tahúr,
porque nunca nos hemos fiado de don Alberto. Lo cierto y verdad es que deja el
camino expedito para la Aguirre. Entre su espantá y la dejada de doña Ana, se
lo están poniendo en bandeja de plata a la Espe.
Decíamos
que nunca nos ha inspirado confianza el Sr. Ruiz Gallardón. Lo que ponemos a
continuación no lo sabíamos, pero lo hemos comprobado ayer mismo: el ambiente
que respira es de lo más nostálgico. Su suegro es miembro del Patronato de la
fundación que lleva el nombre del felizmente fallecido dictador. O sea que don
Alberto debe conocer muy bien la anatomía de “cangrejos y aguiluchos”. Al menos
ha demostrado, mientras ha estado al frente del ministerio, que sus ideas
distan muy poco de las defendidas por don José Utrera Molina durante su apogeo
político.
Por
eso, cuando algún amigo decía hace unos años que este era el “rojo de la
derecha”, a nosotros siempre se nos representaba como el lobo con piel de mansa
oveja. Nunca, nunca, nos ha inspirado confianza este don Alberto por mucho que
se quitara la corbata para salir en la foto.
A
todo esto nos ha causado verdadera sorpresa la renuncia de Podemos a
presentarse a las elecciones municipales. Puede ser síntoma de dos cosas: o la
estructura todavía no está lo suficientemente madura o se tiene miedo al
fracaso. Un recordatorio: nunca, al menos en este país, una formación política
ha llegado al poder sin ganar los ayuntamientos. Porque, aclaremos, cuando se
está en política es para ganar no para ser comparsa de votaciones ni palmero de
recaderos. Para bufones ya tenemos bastantes. No queremos ni imaginarnos que
este renuncio de Podemos se deba a que le ha metido las cabras en el corral la
poderosa élite española.
Desde
nuestro punto de observación, cada vez vemos más claro el triste panorama que
se nos avecina, la tormenta con todos sus avíos, incluidos granizos, que vamos
a sufrir los ciudadanos. Porque la casta política va a seguir a lo suyo:
despreciando a los habitantes del solar hispano. Concretando, que cada vez se
ve más cerca la sombra de la coalición PP-PSOE. ¿Qué sería la muerte de la
izquierda en España?. Dudamos que no haya fallecido hace ya algunos años y
ahora nos está empezando a llegar el olor.
Nino Granadero
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