Me dejó pasmado la noticia. No podía dar crédito a lo
que escuchaba: la presentadora de televisión decía sin inmutarse que un juez, a
petición del fiscal, había condenado a una chica, pianista por mas señas, a siete
años de cárcel y a no sé cuantos miles de euros de indemnización a la señora
que la había demandado. La verdad es que no salieron ni el fiscal ni el juez,
si se les hubiera visto la cara a lo mejor se podría comprender el por qué
había dictado uno tal sentencia y el otro pedido tal castigo.
¡Nada menos que siete años de cárcel!. Eso sí, según el
informe policial superaba en algunos decibelios lo que la ley permite de umbral
para los RUIDOS. Al parecer es que
tanto juez como fiscal, abogado acusador y acusadora consideran la música un
ruído. Como dice nuestro admirado Forges: ¡país!.
Si por tocar el piano, aunque supere el límite de los
dichosos decibelios, va una chica a la cárcel, ¿qué hay que hacer con el gamberro
de turno que pasa a las 3 de la madrugada acelerando a todo gas el vehículo,
con equipo especial para “música” y con la idem que se escucha en tres
kilómetros a la redonda?. Posiblemente no supere los famosos decibelios o que no
se molesta nadie en medírselos.
Y a los que van a cualquier hora del dia y de la noche
con la moto haciendo un ruído infernal, ¿qué castigo les corresponde?. Puede
ser que tampoco superen el umbral permitido. O a lo mejor es que el sonido del
tubo de escape es música celestial digna del mejor Vivaldi.
¿Alguien me puede decir la sanción que se debería
imponer a los bares que hasta las 2 de la noche nos obsequian con el vocerío de
los clientes acompasado con música de sillas, mesas metálicas y cristales de
acompañamiento? ¿Y los chavalitos/as que hasta las 5 de la mañana nos obsequian,
mientras comparten botellas de cola con ron y lo que venga bien, con sus
expresiones cultas, realizadas intencionadamente a voces, para que nos
enteremos los imprudentes ciudadanos que tenemos la osadía de querer dormir de
su enorme vocabulario: “Oye tío, oye tía, tus mulas, tu puta madre…” Todo un
repertorio que firmaría el mismísimo don Miguel de Cervantes. Los que están de
charla en la calle a gritos hasta las 2 de la madrugada no molestan ya que
están socializando con otros vecinos del mismo nivel cívico que ellos. Eso sí
está permitido.
Otro apartado de gente culta y educada son aquellos,
sobre todo gente joven, que en un alarde de buenas maneras sociales, van
escuchando “música” en el móvil en los medios de transporte. Lo ponen a todo
velamen para que el resto de viajeros participe de la suprema calidad del
chunta-chunta repetitivo hasta la eternidad. Algo muy relajante y de agradecer
a las siete de la mañana.
Lo que no tiene desperdicio es la postura solidaria de
los Alcaldes y demás autoridades de nuestras ciudades. Por lo que parece, darán
instrucciones a la policía local para que protejan a tan cultos, educados y
cívicos sujetos que nos deleitan los oídos con sus estruendos en forma de
voces, gritos, chirridos, música estridente, etc. El objetivo puede ser educarnos,
lo que pasa es que hay ciudadanos, muchos, que nos empeñamos en considerar que
ésto no es una manifestacion cultural sino de mala educación y de falta de
civismo.
Algunos hasta nos atrevemos a pensar que la ley debería
ser, al menos igual para la pianista que para el resto de los que pretenden “culturizarnos”
con los sonidos descritos. Pues parece que no. Puede ser que como tocar el
piano y escucharlo, siempre se ha considerado manifestación de persona culta, y
como en estos tiempos eso no se protege demasiado por los poderes públicos
estatales, autonómicos, locales y demás, pues por eso se castiga a la pianista
y no a los gamberros.
Bueno, pues en ello estamos. ¡No, no piense vd. que suspender
al fiscal y a su señoría por esos atributos colgantes es lo que habría que
hacer!. Que sea justo o no, la verdad es que no lo sé.
Nino Granadero
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